
Cuentan los mañegos que San Francisco de Asís al regresar de un viaje que había realizado a Lisboa, y en camino hacia Ciudad Rodrigo, pasó por San Martín de Trevejo, deteniéndose a descansar en el sitio donde se encuentra el Convento. La leyenda popular dice que el de Asís quedó tan maravillado del paisaje de aquel lugar que mandó a sus seguidores levantar allí un convento.
Y sí parece ser cierto, históricamente, que San Francisco de Asís estuvo en Compostela, Lisboa y Ciudad Rodrigo, allá por el año 1215. Por ello, la anterior leyenda puede tener origen en un hecho histórico, ya que el santo, de ser cierto que estuvo en Lisboa, no iba a seguir el itinerario de la RENFE, saliendo de Portugal por Valencia de Alcántara; parece más lógico que saliese por Castelo Branco y siguiese por la Sierra de Eljas en dirección a Ciudad Rodrigo. Al existir la costumbre en aquellos tiempos de viajar a media altura con el fin de protegerse de posibles emboscadas, parece poco probable que San Francisco de Asís pasara por la villa mañega; sí es posible que al pasar cerca de la Divina Pastora en dirección al puerto, señalase a los discípulos que le acompañaban el lugar donde se tenía que levantar el convento que más tarde se hizo.
Sobre la fundación del convento franciscano de San Martín de Trevejo hay que señalar que fue en épocas anteriores a su reconocimiento por la Bula de 3 de junio de 1452 del Papa Nicolás V. Este papa no fundó el convento, lo único que hizo fue declarar a la comunidad seráfica allí establecida exenta de la jurisdicción del obispo de Ciudad Rodrigo.
Estas bulas papales sólo eran necesarias para que los conventos, es decir, sus frailes, que ores, exentos de la jurisdicción de los obispos. El historiador de la provincia de «San Miguel SUPRA TGUN» a la que pertenecía el municipio de San Martín de Trevejo, fray José de Santa Cruz, escribía en el año 1670, que la fundación del convento se hizo con licencia del obispo de Ciudad Rodrigo y que posteriormente fue reconocido por la citada Bula del Papa Nicolás V. Es decir, que el Convento de San existía antes de 1452, junto a una ermita con casa de retiro dependiente del obispo de Ciudad Rodrigo. Aquel eremitorio franciscano ya pertenecía a la provincia de «San Miguel SUPRA TGUN».
En los últimos años algunas personas han adjudicado al convento el nombre de «San a cosa que se puede leer en algunos artículos publicados en la prensa e incluso en del propio Ayuntamiento de San Martín de Trevejo. Históricamente no existen datos ni documentos que hagan referencia al «Convento de San Miguel». Los cronistas de la Orden seráfica en ninguno de sus escritos citan al convento de San Martín de Trevejo con el nombre de «San Miguel»; tampoco aparece en otros documentos del siglo XVI referentes a la comunidad franciscana de San Martín de Trevejo; en el censo de Floridablanca de 1789 se recoge que había 28 frailes franciscanos, pero nada respecto al nombre de «San Miguel»; y en un cuadro costumbrista de la villa mañega del siglo XVIII, publicado en 1910 por José López Vidal, sólo se habla «do Combentu» sin más apellidos.
Quienes atribuyen dicho nombre o apellido al convento puede que sea porque lo confunden con el nombre de la provincia franciscana a la que pertenecía, que como se dijo anteriormente se llamaba «San Miguel SUPRA TGUN». Pues como es sabido la Orden seráfica dividía el territorio en provincias y cada una de ellas llevaba el nombre de un arcángel. Los franciscanos concebían a los ángeles como fuerzas de la naturaleza, como elementos mágicos al modo de los dioses paganos; por ello dividían el territorio en zonas mágicas bajo la influencia o advocación de un arcángel.
El convento tras el abandono de los franciscanos
En el año 1835, los frailes franciscanos fueron expulsados del convento y más tarde el inmueble y propiedades rústicas anexas fueron sacadas a subasta pública. Desde entonces el convento ha cambiado varias veces de propietario y sus instalaciones se han utilizado para diferentes actividades. Parece ser que el primer comprador del convento fue don
Pedro Vidal y que lo hizo por la cantidad de 20.000 reales. Don Pedro Vidal, vecino de San Martín de Trevejo, donde murió a los 78 años el día dos de febrero de 1893; también compró el palacio de la Encomienda al ser desamortizados los bienes de la Orden de San Juan.
Posteriormente, don Pedro Vidal, vendió el convento al presbítero de San Martín, don Marcos Marcelino Ribero y Campa, que lo dedicó como asilo de ancianos durante unos años a finales del siglo XIX. Y este señor lo vendió nuevamente, el 11 de mayo de 1900, al obispo de Ciudad Rodrigo don José Tomás de Mazarrasa y Riba, que lo compra para él y sus sucesores.
Al ser expulsados los jesuitas de Portugal, el obispo de la diócesis de Ciudad Rodrigo, don José Tomás de Mazarrasa y Riva, cede el convento de San Martín a dicha orden religiosa que establece una escuela apostólica en sus dependencias a principios de siglo.
Con la proclamación de la Segunda República, el Gobierno decreta la expulsión de los jesuitas de todo el territorio español y abandonan el convento a finales del año 1931.
Durante las tres décadas que estuvieron los jesuitas portugueses alojados en el convento de la villa mañega, además de la actividad propia de sus fines religiosos, desarrollaron una amplia actividad cultural en el pueblo, como la creación de una banda de música formada por vecinos de la localidad.
El interés de la antigua arquitectura conventual queda reducida en la actualidad a la iglesia y la torre, pues las demás dependencias son producto de las reformas de nuestro siglo, realizadas para el establecimiento del preventorio antituberculoso a que se dedicó desde 1932 hasta el año 1945.
La iglesia, construida con mampostería y reforzada con sillería en los arcos, pilares y estribos, permanece embutida entre otras edificaciones, de manera que tan sólo sobresale al exterior la fachada. Dicha fachada, trabajada con piedra sillar, es muy hermosa y en ella se abre una puerta de medio punto (a la que se accede por seis escalones) de sencillas molduras; la flanquean sendas pilastras toscanas que sostienen un entablamiento, cuyo desornamentado friso culmina en un quebrado frontón triangular y partido. En los extremos del mencionado frontón se observan decorativas pirámides con bolas y del centro surge una cartela de cueros recortados, bordeada por el cordón franciscano, en la inscriben una cruz y las cinco llagas simbólicas de la expresada orden religiosa. Por encima hay una ventana rectangular con acusadas orejeras y moldurado bocel. El conjunto remata en cornisa y una gárgola tubular da salida por esta parte a las aguas del tejado.
Y la vetusta torre, asentada junto a la esquina noroccidental del templo, es de mampostería, fortalecida con sillería en los ángulos y vanos. Presenta estructura prismática y se alza en dos cuerpos -más estrecho el superior- separados por una imposta.
El de las campanas muestra un vano de medio punto en cada lado y, por encima, corre una cornisa de cantería. Otras dos ventanas cuadradas se aprecian en el primer piso: dan luz a la escalera interior y capilla baja.
Lo más antiguo del edificio es la torre, construida posiblemente a finales del siglo XVIV El templo se alzaría sobre uno anterior en el siglo XVII.
El convento se comunica con el casco urbano a través de una antigua e histórica calzada llamada «O caminhu do Conventu», que empedrado y bordeado por paredones de piedra, era parte del conjunto histórico arquitectónico que forman «O Conventu» y «A Ermita da Crú»… Y decimos era, porque el Ayuntamiento de San Martín de Trevejo levantó el histórico empedrado y encementó el camino según el estilo hortera del «empleo comunitarios de los últimos años de franquismo que tan salvajemente mutiló el urbanismo de la mayor parte de los pueblos extremeños.
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